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Gracias.

28 mar 2009

Todo sobre los pedos(interesante)

¿Qué hace que un suave -en términos aromáticos- pedo ajeno nos repugne más que el más inmundo de nuestros propios gases?¿Por qué el ser humano puede llegar a oler un dope lanzado desde su mismo culo con un dejo de orgullo y satisfacción?


Esa extraña relación de las personas con sus flatos tiene también otras aristas, como los tensos momentos que se viven cuando el dope exige su libertad y uno se encuentra en un lugar en el que hay otra gente.




Pero vayamos por partes:


El pedo como martirio:


Como decíamos, no son pocas las veces en que un pedo comienza a empujar las puertas del orto (desde el lado de adentro, obviamente) y uno se encuentra rodeado de gente y sin posibilidades de huida.

En situaciones así, casi la única opción que queda es concentrarse todo lo posible en los músculos del sistema ortolario, y encarar una heroica resistencia, cual si uno condujera a las diezmadas tropas de una fortaleza que, rodeada de enemigos, al menos hará todo lo posible por vender cara su derrota.

No pocas veces, la desigual batalla finaliza con la gloriosa victoria del hombre sobre la naturaleza, y uno logra mantener a raya (no en sentido literal) al dope, que sin embargo una y otra vez puja y golpea tratando de derribar la barrera que lo separa del mundo exterior y las narices próximas.

Ya fuera del recinto en que se sufrió el martirio, se vive con júbilo la estruendosa salida del inquieto prisionero.

Pero no neguemos la realidad: en incontables ocasiones, el culo termina rindiéndose, exhausto por las horas de titánico esfuerzo clausurador.




Minimizando daños:


Cuando ya nada se puede hacer y el pedo vence, lo único que puede hacerse es intentar minimizar los daños y el papelón. Lo primero que uno ruega es que la criatura sea lo más inofensiva posible.

Pero como si rigiera una tétrica Ley de Murphy sobre el tema, la norma es que el nivel de repugnancia del pedo sea directamente proporcional a la cantidad de personas que tenemos alrededor y a la importancia de la reunión o la solemnidad del momento.




Bajando los decibeles:


Pero además de la fragancia pederil, importa el aspecto sonoro. En esto, el hombre diestro puede llegar a manejar su orto como si en alguna parte tuviera un potenciómetro con el cual regular el sonido del flato.

Se trata de personas que con un gran sentido de la disciplina y el autocontrol logran acomodar y tensar el culo de tal modo que el pedo salga sin estridencias autoincriminatorias. Pero no es tan fácil, ya que un segundo de desconcentración o un inoportuno estornudo puede echar por la borda un largo trabajo de silenciamiento.




La Ley de Compensación Gasífera:


Establece que el nivel de asquerosidad del aroma de un pedo es inversamente proporcional a su magnitud sonora. Un pedo ruidoso difícilmente sea muy maloliente. Un pedo extremadamente silencioso es una nube tóxica capaz de matar a pequeños mamíferos.

Y si además de silencioso, el pedo sale con una temperatura superior a la habitual, ya puede usted ir avisando a las autoridades de su consorcio que evacuen el edificio.




El pedorrero abandónico:


Ahora bien, desde el punto de vista de las conductas, también hay cosas por clasificar y marcar. Lo más común en este aspecto es la actitud abandónica por parte del autor del pedo lanzado en un lugar donde hay otras personas.

Eso, obviamente, es una gran bajeza. Prácticamente jamás ha sucedido en la historia de la humanidad que, por ejemplo, alguien se pusiera de pie en medio de un viaje en colectivo y diga: "Perdón, el pedo que les perforó los pulmones recién era mío". No. Lo común es que el lanzador escuche las puteadas y convulsiones a su alrededor con un gran sentimiento de culpa pero con un gesto de total desentendimiento.

En casos así, es fácil identificar al responsable: es uno de los que lanza las condenas más duras contra el pedo aparecido, y simula ser de los últimos en percibirlo, haciendo el siguiente cálculo: "Si me hago el que recién ahora lo estoy oliendo, los demás van a pensar que no fui yo, o hubiera sido el primero en respirarlo".

Esa práctica negatoria es de una extrema crueldad, ya que las personas afectadas terminarán acusando abiertamente al tipo más gordo presente en el escenario de los hechos. En mi secundaria, los pedos más devastadores se le atribuían al gordo Rodríguez, y sin embargo los tiraba el flaco Borda.




La pedorrea naturalizada:


Otra perversa circunstancia para nada rara es la que plantean aquellas personas que son capaces de utilizar la abrochadora de la oficina para no largarse un pedo en una reunión, pero que en sus casas no sólo no tienen el mismo cuidado, sino que hasta disfrutan de rajarse furibundos gases en su casa delante de esposas, hermanos o hijos.




Los Sacerdotes del Gas


Logia inescrutable, que agrupa a seres absolutamente superdotados, capaces de regular los horarios de salida y cualidades sonoras de sus flatos. Con los años, según dicen las leyendas urbanas, hasta llegan a conversar con sus ortos cuando se encuentran con alguien que posee el mismo don.


1 comentario:

Lolita y El Profesor dijo...

Ja, ja, ja: ¡Gracioso el análisis sobre nuestra conducta más baja!
¡Me has hecho reír mucho!
¡Te felicito!


Lolita

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